Toros de El Ventorrillo, bien presentados y con dos partes bien diferenciadas. Los tres primeros muy interesantes. Encastado, el primero. Noble y encastado aunque a menos, el segundo. Extraordinario, el tercero. Repitió incansable las embestidas con casta, nobleza y siempre por abajo. Lástima que nos privaran de verle en el caballo, pues unicamente recibió un puyazo, tras descabalgar al picador en el primer encuentro. Se le pidió la vuelta al ruedo que fue denegada acertadamente.
Los tres restantes, resultaron descastados y deslucidos.
"Cervato" (así se llamaba el tercer toro) le correspondió a Talavante, que por momentos bordó el toreo al natural. Muletazos largos y templados, arrastrando la muleta y rematando atrás, en series largas. Convirtió Madrid en un manicomio. El único defecto, a mi juicio, fue alargar el final de las últimas tandas. Tras unas manoletinas, cobró una estocada al encuentro en lo alto y cortó, en medio del clamor, las dos orejas.
Así de peculiar es este torero, al que puedes ver diez veces y en nueve de ellas te desespera y en la otra te enamora. Ayer pegó un golpe sobre la mesa que va a relanzar (una vez mas) su carrera.
Abrió plaza El Cid, que vive un momento muy complicado. Estuvo a la deriva en su primero, sin poder dejar las piernas firmes, superado claramente por la acometividad del toro.
Completaba cartel Perera, muy vulgar toda la tarde.
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